El machismo nunca fue una ideología o una religión. No existen colectivos, partidos políticos, grupos activistas o grupos terroristas que se identifiquen a sí mismos como machistas o defensores del machismo. No existen líderes que prediquen cómo el machismo debe ser o cuáles son los rasgos deseables en un buen machista. No existen preceptos ni mandamientos machistas, como no existe orgullo de pertenecer al colectivo machista. No. El machismo no era ideológico. El machismo no era más que un elemento cultural. Y utilizo «era» en pretérito porque eso está empezando a cambiar, pero no de la manera que el pensamiento racional podría hipotetizar.
El Siglo XXI – Un entorno hostil para el feminismo
Tenemos, por una parte, que el elemento cultural irracional en el que consistía el machismo más puro comenzó a ser cuestionado, de manera muy lógica, inspirada por el pensamiento ilustrado, cuando todo análisis racional empezó a apuntar hacia su existencia y hacia la enorme influencia que ejercía sobre la sociedad en general y, sobre todo, sobre los individuos que la forman de manera personal. Se hizo obvia lo necesaria que era su erradicación para progresar hacia una sociedad más justa e igualitaria. Y así, surgió el feminismo – el feminismo auténtico, el racional – y empezaron a cambiar las cosas.
Por otra parte, el comienzo del s. XXI se está caracterizando por una regresión hacia el tribalismo más radical y hacia unos valores basados en la fe y no en la razón. Ello conlleva un cuestionamiento de los opuestos valores de la Ilustración y, por extensión, de todo lo racional, en favor de un modelo social formado por colectivos dogmáticos arbitrarios, todos ellos con dos elementos comunes: El primero, la dignificación y reivindicación del victimismo como máximo organismo de poder. Y el segundo, el hecho de que los juicios morales impuestos por ese organismo se realizan asimismo sobre colectivos o tribus en su conjunto (en base al sexo, raza o ideología y los sucesos históricos asociados a los mismos) y no sobre individuos. ¡Hasta los juicios morales de la Santa Inquisición eran más individualizados!
El comienzo del s. XXI se está caracterizando por una regresión hacia el tribalismo más radical y hacia unos valores basados en la fe y no en la razón. Pero si algo no admite el feminismo real es la irracionalidad y el comunitarismo tweet
Sucede, sin embargo, que si algo no admite de ninguna manera el feminismo primigenio es la vanagloria del victimismo y la organización en colectivos en vez de en individuos. Y es que es precisamente contra tales conceptos contra lo que lucha. El machismo cultural convierte al hombre en dominante y a la mujer en víctima, y el feminismo trataba de establecer que tales rasgos no tienen nada que ver con si uno nace con cromosoma XX o cromosoma XY, sino con el carácter individual de cada persona. Es decir, que el feminismo (el feminismo original, recordemos) lo que intenta hacer es eliminar los estereotipos y roles sociales asociados al sexo con el que uno tiene la suerte de nacer para proponer un modelo social basado en roles individualizados e individuos todos iguales no sólo ante la ley, sino ante los ojos del resto de integrantes de la sociedad.
Como puede verse, el modelo social propuesto por el feminismo racional es totalmente incompatible con el modelo de organización en colectivos con ideologías identitarias que parece estar imponiéndose en la segunda década del s. XXI. ¿Cómo puede ser entonces que se hable de la presencia del feminismo más que nunca?
Reforma o revolución
Decía Rosa Luxemburgo en la introducción de Reforma o Revolución que «todo movimiento nuevo, cuando empieza a formular su teoría y política, parte de apoyarse en el movimiento precedente, aunque se encuentre en contradicción directa con el mismo. A su tiempo, el nuevo grano sale de la vieja vaina. El nuevo movimiento encuentra sus propias formas y lenguaje.»
Lo exponía como preámbulo para después refutar de manera impepinable, mediante un magnífico uso de la razón, las teorías que comenzaban a surgir en algunos círculos socialistas para intentar adaptarse al capitalismo. No en vano – y esto es extremadamente importante -, en la introducción previamente mencionada también afirmaba que «toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento científico».
Es fácil establecer un paralelismo entre socialismo y feminismo debido a dos puntos fundamentales en los que debo insistir a menudo a lo largo de este escrito: el primero es que ambos son movimientos que surgen del pueblo para luchar contra el poder establecido y que tienen como objetivo último la igualdad social. El segundo es que ambos son necesariamente materialistas y se basan en la razón y el conocimiento, por lo que rechazan cualquier tipo de idealismo, fe y comportamiento dogmático.
El feminismo moderno, de manera similar al socialismo integrado en el capitalismo, asimila las bases del machismo y trata de adaptarse a él negándose a sí mismo tweet
Y desde ya mismo reitero la importancia de estos dos puntos porque es lo que permite establecer una analogía entre ese falso socialismo idealista que acepta las creencias impuestas por el capitalismo (es decir, acepta las condiciones de aquello a lo que se opone) y el feminismo moderno, que de manera similar asimila las bases del machismo y trata de adaptarse a él negándose a sí mismo. En otras palabras, aplicándolo a un caso más actual para que quede más claro, el feminismo moderno es al feminismo lo que el PSOE al socialismo. Y es que, efectivamente, «a su tiempo, el nuevo grano sale de la vieja vaina.»
Cuantísima razón tenía Rosa.
El nacimiento del machismo ideológico como sustituto del feminismo
En la historia son comunes los casos de utilización del nombre de la ideología opuesta para el movimiento que se propone destruirlos, puesto que al eliminar el significado de la palabra y darle el opuesto, la ideología deja de existir. Hitler llamó a su partido «socialista» y tomó del socialismo el color rojo como burla hacia Marx, al que detestaba. Hoy en día, pocos saben en qué consisten el socialismo y el comunismo. Al anarquismo se le suele asociar con desorden y caos, cuando si hay algo que hace al anarquismo utópico es precisamente que propone un modelo ordenado en exceso.
En tiempos recientes, se utiliza mucho la palabra «democracia» hasta el punto de que nadie sabe realmente qué es la democracia. De manera similar, en la actualidad no deja de escucharse la palabra «feminismo». Y, al igual que ocurre con la democracia, cuando se utiliza dicha palabra es en general para referirse precisamente a lo opuesto a lo que nombra.
Ejemplos hay a patadas. Y, viéndolos, resulta sencillo comprender por qué a la reciente creación del machismo como ideología se le ha otorgado precisamente el nombre de la ideología opuesta: el feminismo.
El feminismo nació con la determinación de acabar con los estereotipos asociados a una persona desde su nacimiento según el órgano reproductor con el que llegue al mundo. Dichos estereotipos operaban sobre la idea de que el hombre es fuerte y autoritario y la mujer es débil y debe someterse al dominio del hombre. El feminismo racional, obviamente, los negaba para establecer que toda persona, hombre o mujer, es individuo independiente, diferente del resto, que todos ellos tienen los mismos derechos, y que su sexo no define su personalidad ni su papel en sociedad.
El nuevo feminismo – o feminismo de falsa bandera – lucha ahora por mantener vigentes los estereotipos machistas, a los que además cada vez asocia más al sexo de las personas gracias a la conversión del machismo en ideología. Y es ese machismo ideológico el que ha encontrado la forma de imponer los estereotipos machistas como sistema reinante en una sociedad abocada a un tribalismo que favorece tal escenario.
En otras palabras, el feminismo de falsa bandera elimina el individualismo racional propuesto por el feminismo, para pasar de nuevo a aceptar los estereotipos que propone el machismo – hombre fuerte, mujer débil -, pero convirtiéndolos en batalla ideológica maniquea: la débil mujer – quien ahora es un colectivo que representa al bien absoluto – debe ser protegida del malvado hombre – el mal absoluto – y además compensada por todos los pasados siglos de opresión de manera retroactiva.
El nuevo feminismo no es más que la ideologización del machismo clásico.
El machismo ideológico es muy similar al nacionalismo: fuerte proselitismo, abandono de la razón, el propio colectivo es el Bien, y el Mal es un enemigo externo al que se reclama compensación por daños históricos tweet
Como puede verse, el funcionamiento del machismo ideológico es muy similar al de los nacionalismos: eliminación del individuo como sujeto racional, redefinición de la unidad base de la sociedad en colectivos, asunción de que el propio colectivo representa al Bien, creación de un Mal absoluto en un enemigo externo fuente de todo problema, reclamación de compensación por daños históricos, fuerte proselitismo y abandono absoluto de la razón para ser sustituida por una fe inquebrantable en el propio dogma ideológico.
La dialéctica del sentimentalismo
La profunda racionalidad con la que nació el feminismo ha sido devorada por la abyecta filosofía de la exclusión que propone el machismo ideológico, en la que los estereotipos machistas siguen tan vigentes como en su mayor apogeo pero cada uno de ellos con una etiqueta de «bueno» o «malo» añadida dependiendo de si se trata de un estereotipo asociado al hombre o a la mujer.
Basándose en el estereotipo machista de que el hombre es racional y la mujer emocional y empática, establece esta nueva filosofía que lo racional es indefectiblemente malo (por masculino) y lo empático necesariamente bueno (por femenino, claro). Así, concluye que uno no puede opinar sobre lo que no ha sentido (un hombre no puede opinar sobre machismo, o un blanco no puede opinar sobre racismo). Es curioso que no hace falta ser Platón para realizar un pequeño ejercicio reflexivo de manera racional y argumentar justo lo contrario: que precisamente aquél que es ajeno a un asunto es quien mejor puede juzgarlo, pues no hay sentimientos que nublen su juicio.
Esta falacia, añadida al victimismo, hace que el nuevo régimen machista imponga que sólo las víctimas pueden opinar sobre lo que han sufrido, lo cual niega de un plumazo la base de toda racionalidad: la objetividad. Imaginad que un médico, en lugar de analizar a un paciente mediante métodos científicos, simplemente se limitara a aceptar cualquier teoría subjetiva que éste pudiera tener sobre su propia enfermedad. Pues eso es básicamente lo que el machismo ideológico exige del poder judicial: que un juez, en vez de guiarse por la racionalidad de los hechos imparciales se guiara por la cantidad de lágrimas derramadas.
Curioso es, volviendo al tema de la izquierda regresista tratado en anteriores textos, que sea la izquierda la que proponga algo que tradicionalmente ha sido reclamado por la extrema derecha en su defensa de la pena de muerte. Confundida por su renuncia a la razón para pasar a apoyar causas promovidas por la fe, ha abandonado el feminismo racional para convertirse al más puro machismo ideológico. Y es ahora la izquierda la que quiere pisotear los derechos humanos, pasar por encima de la presunción de inocencia y basar toda condena en el sentimiento de rabia de una supuesta víctima. Poco falta para que empiecen a reclamar la supresión de la división de poderes y a exigir sustituir las leyes por votaciones de ignorantes masas enfurecidas.
Hay que ser muy fundamentalista para querer ayudar a los políticos a mearse en la declaración de los derechos humanos, en la constitución y en la división de poderes y encima pensar que se está siendo revolucionario tweet
Hay que ser muy fundamentalista para querer ayudar a los políticos a mearse en la declaración de los derechos humanos, en la constitución y en la división de poderes y encima pensar que se está siendo revolucionario.
El orgullo de la clase obrera o el elogio del victimismo
La revolución que proponía la izquierda intelectual de Marx o Luxemburgo consistía en que la clase obrera debía luchar por eliminar completamente las clases y así dejar de ser proletariado. La izquierda moderna, no obstante, esgrime como identidad un «orgullo de clase obrera» como pose de superioridad moral que termina por convertirse en el nuevo fin. Es decir, la izquierda ya no lucha por eliminar las clases, sino por demostrar que la clase obrera es la que tiene el pene más grande de todas ellas.
En un giro de guión estúpido han confundido «lucha» con «competición» y han eliminado la lucha de clases para convertirla en un concurso de popularidad en el que quien muestre más orgullo de víctima termina por ser el vencedor moral. Ese orgullo de clase, al proporcionarle una superioridad moral ante otras clases, incrementa por ello el deseo de dejar las cosas como están (es decir, lo opuesto de lo que se pretendía en un principio): Que siga habiendo clases y que el proletariado sea la más más molona de ellas.
En resumen, acorde con el auge de las ideologías identitarias impuestas por el sistema actual, la lucha de clases (la lucha por la igualdad social) ha desaparecido para dar lugar a un colectivismo de clase en el que las diferencias sociales se hacen aún más evidentes.
En un giro de guión estúpido han confundido 'lucha' con 'competición' y han eliminado la lucha por la igualdad para convertirla en un concurso de popularidad en el que el colectivo más orgulloso de ser víctima es el vencedor moral tweet
Igualmente evidentes y cada vez más acentuadas son las diferencias entre hombre y mujer como colectivos en comparación con, digamos, hace una década. Y es que de esa misma manera el feminismo ha dejado de luchar por la igualdad para sustituirla por un orgullo de víctima con el que obtener el correspondiente rédito moral.
Gracias al orgullo identitario y al desprecio a lo racional, el machismo se ha convertido en ideológico y ha asimilado la lucha feminista de la misma forma que el clasismo ha asimilado la lucha de clases. De ahí surgen aberraciones como el movimiento mendigante de divisa moral #MeToo: «¡Yo también! ¡Yo también soy víctima y me enorgullezco de ello! ¡Unámonos y formemos un colectivo de víctimas en el que podamos ejercer nuestra superioridad moral sobre los que no son víctimas ni quieren serlo!».
Un enfermo de cáncer puede enorgullecerse una vez se recupera y deja de estar enfermo, pero jamás debería estar orgulloso de tener cáncer porque entonces dejaría de luchar contra la enfermedad. La clase obrera, que en otros tiempos luchaba por la abolición de las clases para poder sentir orgullo después de haber logrado el objetivo, ahora ha decidido sentirse orgullosa sin haber logrado nada para así dejar de luchar. El machismo ideológico, igualmente, ya ha otorgado a la mujer el galardón al «Mejor colectivo en la categoría de sexo». Y con eso, se acabó la lucha feminista. Y se acabó el feminismo.
En eso consiste eso a lo que llaman «feminismo hegemónico», en mantener la hegemonía de la mujer en el concurso de popularidad por sexos en detrimento de olvidarse de la verdadera igualdad.
Así, en una sociedad en la que el proletario está orgulloso de serlo y la víctima está orgullosa de su condición y quiere extraer rentabilidad moral de ello, ¿qué ha pasado con la lucha de clases y la lucha por la igualdad social?
La lucha por la jornada laboral
En El Capital, Marx explicaba en uno de sus puntos más fundamentales que, en un sistema capitalista, el proletariado debe estar en constante lucha por reducir sus horas de trabajo, puesto que el capitalista lo que desea es explotarlo al máximo. Gracias a esas luchas, se pasó de jornadas laborales inhumanas a la actual jornada de 40 horas semanales. La evolución lógica habría sido que, una vez se normalizó la incorporación de la mujer al mercado laboral, esa jornada (que personalmente también considero inhumana) hubiera sido reducida aún más. Pero, ¿qué ocurrió con ese asunto?
La reducción de la jornada laboral debería estar en lo más alto de las prioridades de la lucha feminista. Pero, ¿qué ocurrió con ese asunto? tweet
La reducción de la jornada laboral debería estar en lo más alto de las prioridades de la lucha feminista. Y, sin embargo, no sólo no lo está, sino que tanto la izquierda regresista como el feminismo de falsa bandera parecen más que satisfechos con una jornada laboral que hace que gran parte del tiempo de vida del trabajador suceda entre las paredes de una oficina. Y lo que está sucediendo es que ahora da la sensación de que, no sólo la evolución lógica prevista no va a suceder, sino que la jornada laboral regresará hacia condiciones de más dureza para el trabajador, puesto que es un asunto que no parece importar absolutamente a nadie. Y de hecho lo que parece que interesa a todos no es lograr que los individuos (hombres y mujeres) tengan cada vez menos dependencia de un sistema de trabajo asalariado, sino que las mujeres tengan cada vez más dependencia de dicho sistema; sistema que es la base del capitalismo y contra el que se supone que deberían estar luchando la izquierda y el feminismo más racionales. Lo cual demuestra que, en la sociedad actual, no hay izquierda y no hay feminismo.
Cualquier tipo de explotación o abuso de poder es permitido (y hasta predicado) por el nuevo feminismo. Cualquier tipo de violencia física o emocional también. Un empresario puede explotar, humillar y abusar de sus empleados todo lo que quiera, incluso llevarlos a la muerte por accidente laboral o suicidio a causa del estrés. Todo eso no importa. Todo eso está bien mientras ese empresario tenga en nómina a tantas mujeres como hombres, con sueldos similares, y mientras no acose sexualmente a ninguna empleada. El resto no le interesa al machismo ideológico, puesto que el resto es precisamente lo que exigía el feminismo al que usurpó el nombre para asesinarlo de forma silenciosa.
Culpa neoliberal
Un mecanismo habitual de la ideología impuesta desde cualquier ente regidor es el responsabilizar al individuo de todo cuánto le pase, de modo que todos los abusos de poder son aceptados como algo inevitable y tan natural como la lluvia; algo contra lo que no se puede luchar.
Para el poder, la culpa de la explotación laboral no la tiene el explotador sino el explotado. Igualmente, las crisis económicas son provocadas por el pueblo, que vive por encima de sus posibilidades; el alto desempleo es culpa del parado, que se niega a trabajar en determinadas condiciones; la pobreza es culpa del pobre, que es un vago y no quiso emprender, y el machismo es por supuesto culpa del hombre machista, que no quiso rebelarse ante la cultura impuesta para abrazar otro pensamiento propuesto desde alguna otra fuente ideológica.
Como consecuencia de cambiar su objetivo inicial de la igualdad al nuevo objetivo de la rentabilidad moral, el feminismo ha dejado de buscar causas para tratar de buscar culpables. Al fin y al cabo, otorga mucha más popularidad – y ensancha la brecha social entre colectivos – el señalar con el dedo a aquél que no te cae bien, que el tratar de analizar problemas para resolverlos de raíz.
Si uno quiere acabar con la pobreza, no vale de nada apuntar con el índice a los indigentes acusándoles de vagos. En primer lugar, porque obviamente ésa no es la causa y tal acción no va a resolver nada. En segundo lugar, porque utilizar un razonamiento que tiene como base una fe (el liberalismo en este caso) implica la aceptación de esa fe como verdad y legitima a ese sistema que es la verdadera causa del problema. En tercer lugar, porque culpar al creyente de la existencia de la fe implica indultar a quien controla e impone esa fe en sociedad. Y por último, y esto es muy importante en el caso que nos ocupa, porque tal acción, lejos de crear igualdad, lo que hace es generar aún más división social entre los seguidores de esa fe y los no creyentes.
Todo esto es exactamente lo que sucede cuando se señala a un individuo acompañando a la acción con una acusación de «machista» y un desprecio hacia la persona a la que apunta el dedo. Se legitima al machismo, se indulta al déspota, se genera más desigualdad y no se resuelve absolutamente nada.
El mejor ejemplo de predicador del machismo ideológico en España es Barbijaputa, macho alfa del feminismo de falsa bandera, quien se ha especializado en publicar artículos contra todos los individuos de cualquier clase o ideología que tengan la desgracia de vivir dentro de una cultura machista y tener pene. Nunca la verás escribiendo un artículo sobre asuntos de tantísima relevancia en el auténtico feminismo como las condiciones de explotación laboral y presión social a la que se ven sometidos los hombres de las sociedades más machistas (en Japón o en Corea del Sur, por ejemplo, hay cientos de muertes cada año por enfermedades o suicidios relacionados con el exceso de trabajo y el estrés laboral), puesto que para ella el enemigo es un cromosoma y no un organismo de poder despótico. De hecho ha llegado a publicar un libro que sigue la misma lógica perversa (producto del pensamiento neoliberal) de la que hacen uso los libros de autoayuda, presuponiendo que no se puede hacer nada contra la realidad impuesta y que todo consiste en sobrellevarlo con la mayor gracia posible. El libro no se titula «Cómo acabar con un sistema establecido que impone una cultura machista», sino que lleva como título algo así como «Tú. Sí, sí, tú, ése de ahí. ¿Qué haces con el esfínter tan tenso? ¿No ves que es inevitable que te den por el culo? Sigue estos consejos para que te resulte lo menos doloroso posible, ¡y a veces hasta placentero!» . O, dicho con otras palabras, exactamente el mismo título que tendría cualquier libro de autoayuda, en los que se responsabiliza al individuo de ser incapaz de sobrellevar la presión social inducida por las imposiciones del sistema.
A @Barbijaputa, macho alfa del feminismo de falsa bandera, nunca la verás escribiendo sobre luchas feministas como la explotación laboral y presión social a la que se ven sometidos los hombres de las sociedades más machistas tweet
Una cosa que entendía muy bien el feminismo auténtico y que el machismo ideológico ha olvidado o ignorado deliberadamente es que tan víctima es la mujer violada como el hombre machista. Tan abyecto es culparla a ella por vestir provocativo como culparlo a él por haber recibido una educación y una cultura machistas. Tan culpable de una violación es el violador como culpable de una manipulación es el manipulador. A nadie se le ocurriría responsabilizar a una persona que ha nacido en Arabia Saudí por ser musulmán y no ateo. ¿Os imagináis un libro dirigido al creyente del Islam titulado «10 pasos para dejar de ser musulmán»? Uno no tiene la culpa de la cultura que se le ha impuesto desde el mismo momento en que nació. La cultura de un pueblo no se cambia insultando al creyente. Al contrario, con eso esa cultura se fortalece.
El feminismo real comprende que el machismo es un elemento cultural impuesto que oprime a todo ciudadano (hombre o mujer) y que el objetivo es modificar la cultura para que las víctimas de ese elemento aberrante (hombres y mujeres) queden liberadas y puedan vivir libres y en igualdad. El feminismo de falsa bandera, por otra parte, acepta la imposición del machismo como algo ineluctable, y responsabiliza al individuo por no ser capaz de adaptarse a la cultura impuesta de la manera que el machismo ideológico establece cómo la única válida. Y, al igual que la idea de que el pobre es pobre por vago y por negarse a emprender sólo tiene cabida dentro del marco impuesto por las creencias de la ideología neoliberal más radical, la idea del hombre que es machista por vago y por no actuar para evitarlo sólo tiene cabida dentro de un dogma que acepta el machismo como realidad inevitable.
Dicho con otras palabras, ¿podría un antiliberalista culpar a un indigente de ser pobre por vago? ¿Podría un ateo establecer que la causa de un desastre natural es la ira de Dios por los pecados cometidos por el pueblo? Ambos son absurdos, ¿verdad? Para que alguien crea en la ira de Dios, tiene que, necesariamente, creer en Dios. Para que alguien culpe a un indigente de ser un vago tiene que, necesariamente, aceptar la realidad propuesta por la doctrina neoliberal. Y para que alguien culpe a los ciudadanos hombres de su condición de machistas tiene que, necesariamente, creer en los valores del machismo. Es decir, alguien que ve al hombre machista como una causa y no como una víctima sólo puede ser de ideología antifeminista.
Una herramienta más del poder
Resumiendo, tenemos:
- El machismo real o machismo cultural, presente de manera cuasi-orgánica en prácticamente cualquier sociedad moderna como consecuencia de la interpretación histórica de meros hechos biológicos y su integración en la cultura.
- El feminismo real, movimiento racional y materialista surgido para terminar con la influencia cultural del machismo y que tiene como objetivo último la igualdad social en una sociedad formada por individuos libres en vez de por colectivos en los que la condición sexual prime sobre la personalidad.
- El feminismo moderno o feminismo de falsa bandera o machismo ideológico, movimiento idealista y dogmático, que asume las imposiciones del machismo cultural como ciertas y las convierte en ideológicas, y que tiene como objetivo último la eliminación del individuo y la segregación social según raza, sexo e ideología para que un colectivo elegido erija su hegemonía sobre el resto.
¿Cuál de estas tres opciones pensáis que es la nueva niña bonita de las clases dominantes?
Para averiguarlo, simplemente echad un vistazo a las portadas y los grandes titulares de los periódicos más afines al poder. En El País, por ejemplo, están tan entusiasmados con el ascenso de Ciudadanos en las encuestas como con el éxito de la huelga del 8M. Por no hablar de cómo todos los líderes políticos de izquierdas y derechas, así como todos los principales medios sin excepción, se sacaron el rabo para sumarse al bukkake sobre el poder judicial cuando el machismo ideológico encontró su cabeza de turco particular en un caso muy particular que a nadie debería importar más que a los propios individuos particulares implicados.
Es evidente que el feminismo de falsa bandera se lleva de maravilla con el poder. Y es que de hecho – y disculpadme por citarme a mí mismo -, «el proselitismo del activista es un caramelito al que el tirano no está dispuesto a renunciar. Está muy extendida la idea de que el activismo es una forma de rebelión, pero no hay nadie más manipulable que un activista.»
Los verdaderos cambios sociales siempre se han conseguido derrocando a un régimen. Que los gobiernos y los medios simpaticen con el feminismo de falsa bandera y se muestren dispuestos a escuchar sus reclamaciones demuestra que es un movimiento que gusta al poder, como cualquier otra religión o ideología proselitista proclive a estar formada por inconmensurables masas descerebradas con un objetivo común.
En la hoja de ruta del nuevo feminismo está la censura de ciertos hechos biológicos y usos del lenguaje. Y lo hacen acusándolos a ellos - a ciencia y lenguaje, los dos pilares de la razón y la imparcialidad - de ser ideológicos tweet
Para poder instaurar una sociedad en la que reine la igualdad social, es necesario inspirarse en valores universales, en aquello que es inalterable y objetivo, y por tanto igual para todo individuo independientemente de su raza, sexo o creencias. En el mundo sólo hay dos cosas puramente objetivas y ajenas a toda ideología: la ciencia y el lenguaje. Ni uno ni otro opinan, sino que se limitan a mostrar hechos imparciales tal y como son. En eso se basan los valores de la ilustración – en construir una sociedad fundamentada en la razón y la objetividad; en todo aquello que es común a todo ser humano de cualquier condición o época.
El machismo ideológico no sólo no se inspira en dichos valores universales, sino que además trata de destruirlos. En la hoja de ruta del nuevo feminismo están la censura de ciertos hechos biológicos y la modificación del lenguaje de manera artificial. Y fijaos en la gracia: lo hacen acusándolos a ellos – a ciencia y lenguaje, a los dos pilares de la razón y la imparcialidad – de ser ideológicos. Sólo un fundamentalista que piensa que sus ideas propias son una verdad absoluta por encima incluso de las matemáticas es capaz de llegar a tal extremo. Ésa es la mejor prueba de su condición de secta ideológica.
Sucede además que el único progreso social posible se logra siempre desde y hacia la libertad. El lenguaje inclusivo, una de las principales armas del nuevo feminismo y ejemplo muy ilustrativo de todas ellas, lejos de potenciar la libertad de expresión y hacer más libre a quien lo usa, lo que hace es lo opuesto: limitar, censurar, cohibir en el uso del lenguaje. El machismo ideológico no busca una sociedad de individuos libres, sino una sociedad en la que un dogma único (el suyo propio, por supuesto) se imponga como ideología oficial y todos lo sigan sin rechistar.
Para terminar, expondré un asunto más concreto y representativo, que resume con claridad todo lo argumentado hasta ahora. Hace poco CCOO publicó un panfleto con las propuestas del machismo ideológico para virar el sistema educativo hacia un modelo más «feminista». Todas las propuestas imponen en vez de proponer, crean nuevos estereotipos (y con ellos más prejuicios y más segregación) y censuran la espontaneidad en beneficio de nuevas normas de conducta que oprimen al individuo tanto o más que las existentes. La mayoría de dichas propuestas además consisten básicamente en prohibir y censurar. Todas esas prohibiciones y censuras afectan sólo a las clases trabajadoras. Ninguna de ellas afecta al poder.
Y el poder, claro, encantado.
Yusef, muy buen post… a ver si tengo tiempo de leer los que me he perdido hasta ahora, me interesa lo q dices de que no se cambia la cultura de un pueblo insultando al creyente… ¿ qué piensas tú sobre eso? ¿Cómo crees que sería más probable poder conseguir ese objetivo?
Un abrazo.
¡Hola, Miguel! Muchas gracias por tu comentario. Sobre tu pregunta, no hay mejor ejemplo que el de la religión católica en España, que ha pasado de ser el país de la Santa Inquisición a uno de los países menos religiosos del mundo. Y eso no se logró atacando al creyente de a pie ni mucho menos creando un colectivo de ateos victimistas reclamando compensación por siglos de represión. Se logró mediante el laicismo, es decir, la libertad tanto jurídica como cultural para tener las ideas o creencias personales que uno quiera. Con el machismo sucede lo mismo. De hecho España… Read more »