En tiempos de incertidumbre, se suceden con certidumbre relatos que, aunque concurren en contextos novedosos, presentan desarrollos y desenlaces bien conocidos.

He aquí un compendio de dichos relatos, agrupados en pares, e inspirados en eventos relativamente recientes, tratando de encontrar los puntos en común que puedan conducir a elucidar las causas que llevan a una sociedad a caer una y otra y otra vez en los mismos errores del pasado, creyendo además que con ello se está avanzando hacia un futuro mejor.

El objetivo de este análisis es responder a una pregunta trascendental: ¿Por qué de la crisis del Coronavirus no surgió (ni surgirá) un nuevo 15-M?

El dedo acusador

Permitidme que comience con un aparente macguffin, con una historia que parece no tener relación con el resto de historias de este compendio, pero que en realidad resulta necesaria como hilo de unión.

En este cuento el héroe es un villano, y lo que ocurre en el cuento y lo que a este villano le sucede a nadie le importa en absoluto. En esta historia, todo el contenido queda en segundo plano y la atención se centra en certificar en cada párrafo la condición de villano del protagonista. No importa el contexto ni las circunstancias. No importa el fondo. No importa la coherencia narrativa. En el s. XXI no se analizan ni relatan sucesos, sino que se toman conclusiones morales y después se justifican con falacias de aires pseudo-científicos o pseudo-detectivescos con el único objetivo de sustentar la propia superioridad moral.

El escenario es un estadio de fútbol, en un tiempo pretérito en el que las gradas estaban abarrotadas de gente gritando, cantando y adjetivando a los protagonistas sobre el césped. La historia en sí, es decir, es decir, la parte que a nadie interesa, muy sencilla: En el descanso del partido, los jugadores de un equipo se encuentran con que uno de sus compañeros está hundido, llorando en el vestuario, debido a los insultos recibidos desde las gradas. Como gesto de apoyo hacia su compañero, hablan con el equipo rival y con el árbitro y, entre todos, deciden suspender el partido en solidaridad con un colega que lo está pasando mal. Fin.

Continue reading «Relatos del guerracivilismo dogmático»

Cada vez que se acercan elecciones, no deja de repetirse una y otra vez lo importante que es ejercer el voto. Y con el paso de los años, el mensaje se está volviendo más explícito, más frecuente y más agresivo. Como un mantra religioso, el mensaje no viene acompañado de una explicación racional apropiada y sí de un aura de superioridad moral del que vota con convicción, quien con ello se quita de encima cualquier tipo de responsabilidad sobre el resultado de la votación para otorgársela al escéptico y al indeciso, culpables de todo mal electoral.

Cuando las ideas se convierten en creencias y el debate en lucha dogmática, es buen momento para la reflexión. ¿Es realmente tan importante votar? Si es así, ¿por qué?

El sentido del voto

En vuestra sociedad normalmente se asocia el voto a la democracia. Cuando uno habla de votar, enseguida la palabra «elecciones» surge automáticamente por asociación. Pero, a la hora de buscar razones, es importante regresar al comienzo, eliminar todo elemento cultural y analizar las ideas desnudas. Hay que comprender qué es el voto por sí mismo.

Si nos abstraemos de todo lo que lo rodea habitualmente, votar consiste en tomar una decisión basándose únicamente en el número de individuos que escogen una misma opción. Esto requiere un par de supuestos: Primero, que esas opciones sean reducidas, claras y limitadas. Y segundo, que las opciones sean independientes y no se solapen. Es decir, que el hecho de escoger una opción implica necesariamente que todas las otras opciones son rechazadas.

Continue reading «La culpa implícita en el voto»

El machismo nunca fue una ideología o una religión. No existen colectivos, partidos políticos, grupos activistas o grupos terroristas que se identifiquen a sí mismos como machistas o defensores del machismo. No existen líderes que prediquen cómo el machismo debe ser o cuáles son los rasgos deseables en un buen machista. No existen preceptos ni mandamientos machistas, como no existe orgullo de pertenecer al colectivo machista. No. El machismo no era ideológico. El machismo no era más que un elemento cultural. Y utilizo «era» en pretérito porque eso está empezando a cambiar, pero no de la manera que el pensamiento racional podría hipotetizar.

El Siglo XXI – Un entorno hostil para el feminismo

Tenemos, por una parte, que el elemento cultural irracional en el que consistía el machismo más puro comenzó a ser cuestionado, de manera muy lógica, inspirada por el pensamiento ilustrado, cuando todo análisis racional empezó a apuntar hacia su existencia y hacia la enorme influencia que ejercía sobre la sociedad en general y, sobre todo, sobre los individuos que la forman de manera personal. Se hizo obvia lo necesaria que era su erradicación para progresar hacia una sociedad más justa e igualitaria. Y así, surgió el feminismo – el feminismo auténtico, el racional – y empezaron a cambiar las cosas.

Por otra parte, el comienzo del s. XXI se está caracterizando por una regresión hacia el tribalismo más radical y hacia unos valores basados en la fe y no en la razón. Ello conlleva un cuestionamiento de los opuestos valores de la Ilustración y, por extensión, de todo lo racional, en favor de un modelo social formado por colectivos dogmáticos arbitrarios, todos ellos con dos elementos comunes: El primero, la dignificación y reivindicación del victimismo como máximo organismo de poder. Y el segundo, el hecho de que los juicios morales impuestos por ese organismo se realizan asimismo sobre colectivos o tribus en su conjunto (en base al sexo, raza o ideología y los sucesos históricos asociados a los mismos) y no sobre individuos. ¡Hasta los juicios morales de la Santa Inquisición eran más individualizados!

Continue reading «La violación imaginaria en diferido del feminismo (o su muerte – lo que sea peor)»

Desde hace bastante tiempo se está haciendo cada vez más habitual el escuchar expresiones del tipo “si tan de izquierdas eres, <<insertar tópico>>”. No me interesa debatir si el hecho de ser comunista y tener un smartphone de última generación es incongruente – bastaría con leer un poco a Marx para darse cuenta de lo absurdo de tal consideración. Tampoco me preocupa la cuestión de que mencionados reproches suelan producirse casi siempre en sentido de derecha a izquierda, y de hecho enseguida explicaré cómo esto tiene su lógica. Lo que sí me gustaría es generar un nuevo debate: ¿Hay realmente hipocresía en los comportamientos en aparente contradicción con las propias convicciones?

Comunistas con iPhone y médicos fumadores

El estereotipo en cuestión recuerda mucho al típico caso del médico fumador (o al aún más antiguo dicho de la casa del herrero). Es un hecho científico demostrado que fumar provoca de forma directa, favorece la aparición espontánea o agrava todo tipo de enfermedades. Un médico, por su formación, tiene conocimientos suficientes para hacer una recomendación en base a dichos datos y al correcto uso de la razón. Si tal médico, en su vida privada, deja a un lado la razón y los datos y decide fumar, siguiendo en este caso sus deseos más irracionales, ¿está siendo un hipócrita?

En otras palabras, ¿os imagináis a un médico diciéndole a su paciente “puesto que yo fumo, tengo que recomendarle a usted que fume también para así conservar la coherencia”?

Continue reading «Nada más tonto que un político de izquierdas»

Una de las mayores aficiones que tenéis en vuestra sociedad es escoger sucesos arbitrarios de los que desconocéis todo detalle o matiz y utilizarlos como excusa para hacer alarde de vuestra ideología. Creáis corderitos, a quienes protegéis sin conocerlos sólo porque el mero hecho de protegerlos os ayuda a reafirmar vuestra fe. Y creáis chivos expiatorios sobre los que os lanzáis como perros de presa guiados por la maniquea verdad absoluta que os habéis autoimpuesto.

La victoria del prejuicio sobre la opinión

Un hombre desconocido mata a otro hombre desconocido y tal asunto se convierte al instante en una batalla ideológica: Si el supuesto asesino tiene una ideología similar a la propia, entonces es inocente. Si por el contrario, su ideología se acerca más a lo opuesto, entonces es culpable. El enfrentamiento se forma con la extrema sencillez así descrita: Los que dicen defender las ideas que a uno le gustan representan al Bien y, por tanto, todo lo que hagan (incluyendo el asesinato) es bueno. Los que defienden unas ideas distintas de las propias representan al Mal y, por tanto, son culpables de todo asunto que los atañe, incluyendo su propio homicidio si es a manos de un representante del Bien.

En las noticias aparece una mujer que huye con sus hijos y acusa a su ex-pareja de ser un maltratador. Y en cuestión de minutos toda una población ya sabe, por ciencia infusa, quién es culpable y quién es víctima en toda una historia que, por la información que les ha llegado, bien podría tratarse hasta de un montaje de la prensa. ¿Quién sabe? Pues al parecer todos saben. Y no sólo saben, sino que están dispuestos a defender a muerte lo que saben.

Read more >

El brillante filósofo Agustín García Calvo definía muy acertadamente a los nacionalismos regionales utilizando un término que resultaba irritante para los adeptos de dicho dogma ideológico. «No quieren a España, pero lo que quieren son españitas,» decía. Lo curioso es que tal afirmación se puede aplicar en la actualidad a prácticamente cualquier movimiento que pretenda enfrentarse al sistema. La rebeldía del s.XXI consiste en cambiar la autoridad imperante por una pequeña réplica de la misma.

El sentido de los nacionalismos

Desde antes de que Jesucristo se hiciera su primera paja (mental, por supuesto) han existido gobernantes que han sabido utilizar el sentimiento de pertenencia a una comunidad, sumado al adoctrinamiento necesario para crear un enemigo externo culpable de todos los males pasados, presentes y futuros, con el objetivo de obtener poder o incrementarlo. Tales métodos fueron perfeccionados por los nacionalismos y fascismos que dieron lugar a la Segunda Guerra Mundial. Y aún hoy siguen vigentes, a pesar de los constantes esfuerzos por erradicarlos.

Uno de los motivos por los que no terminan de desaparecer es que se han simplificado hasta el punto de olvidarse en qué consisten. La idea de nazismo, por ejemplo, ha quedado reducida a la defensa de Hitler, al símbolo de la esvástica y al infalible arma política del holocausto. Igualmente, en España, el fascismo se ha reducido a Franco y a la bandera con el aguilucho, y a todos los que muestren inclinación al pensamiento de derechas. Lo único que define la ideología de un español es su postura hacia la sempiterna figura de Franco. ¡Cómo si por odiar a Franco ya no se pudiera ser fascista!

La sociedad ha olvidado que el fascismo es una ideología y, como tal, viene representado por ciertas ideas, y no por símbolos concretos que otros utilizaron el pasado. Es por ello que en el presente es totalmente habitual que se utilicen ideas y mecanismos propios del fascismo más puro y lograr pasar totalmente desapercibido, siempre que se eviten las imágenes que evoquen incómodos momentos históricos.

Read more >

La dictadura del caos

Me asomo y veo a gente, mucha gente y muy similares entre ellos todos sus integrantes, que cree desafiar al orden establecido tratando de establecer un nuevo orden que en realidad es una imitación del anterior aunque con pequeños matices que lo hacen aún más estúpido. Y me divierto observando el espectáculo desde la reconfortante incomodidad del caos.

El universo es caótico. La realidad es caótica. Pero los humanos, quienes se encuentran por casualidad en ese universo y tratan de comprender esa realidad mediante abstracciones, no pueden soportar la visión del verdadero caos ni siquiera de manera momentánea. Sienten pánico ante el excitante abismo de la incertidumbre, es decir, ante la simple idea de comprender que hay cosas que no pueden comprender. Es por ello que encierran su mente entre muros de simplificaciones a las que proporcionan un orden arbitrario, aunque sea de la manera más absurda. Necesitan crear un orden artificial. Y todo lo que escapa de la abstracción que han creado, los acojona.

Una de tales abstracciones es la tendencia a agrupar todo aquello que es similar o cercano para pasar a verlo como un todo. Si en algún momento no pueden clasificar los hechos u objetos en categorías, parecen volverse locos. Esto ocurre también, por supuesto, a la hora de percibir a otros individuos.

A pesar de que, en teoría, cada persona es individual y libre, el resto de personas (y el propio interesado también) no pueden soportar esa independencia, puesto que supone la aparición de un elemento del caos. Por ello, es necesario para todos estructurarse formando grupos o colectivos, según similitudes físicas o emocionales, o según cercanías geográficas o ideológicas.

Read more >